Esta tarde llegué a casa y decidí buscar entre el repertorio de frases célebres de internet una que mencionase el amor hacia uno mismo. Me llevó tiempo encontrarla. Por cierto que no fue en un apartado de frases célebres, sino de autoestima. Leyendo con más atención reparé en que gran parte de las citas agrupadas como “célebres” asocian el amor con sacrificio, donación de uno mismo o búsqueda de la felicidad.
En Google localicé ejemplos más gráficos. Al teclear: “fotos de una persona abrazándose a sí misma” la pantalla me mostró una vasta galería de imágenes con gente abrazándose a un árbol, a un libro, a otra gente… . Entre cientos de instantáneas aparecieron dos o tres fotos de personas abrazando su propio cuerpo.
Me pregunto si somos realmente conscientes de cómo el amor por uno mismo nos sana y nos hace mejores. Por lo que acabo de experimentar, el entorno no lo pone fácil.
A poco que reflexionemos nos daremos cuenta de que en todos nosotros subyace una necesidad innata de satisfacer nuestras necesidades personales. Toda acción humana se dirige hacia un fín y ese fin tiene que ver con satisfacer algún tipo de necesidad. Cuando entregamos amor a los demás o somos solidarios lo hacemos porque nos hace sentir bien, nos produce placer y bienestar o nos permite considerarnos valiosos. Practicamos un egoísmo sano. Lo hacemos por nosotros.
Muchas personas consideran que el amor es sacrificio y buscan situaciones que confirmen esta creencia. A menudo el sacrificio implica la renuncia a nosotros mismos y afecta negativamente a nuestra salud física y mental, puede incluso hacer sentir mal a los que ayudamos. La entrega desproporcionada suele ser tener su causa en una baja autoestima. Es frecuente que una persona en esta situación busque ser aceptada o incluso huir de su propia vida. Su abnegación no encontrará otra recompensa que la frustración. El amor no es un lastre. Es alegría. Es un compartir.
Igualmente, creer que una persona puede hacernos felices o que está en nuestra mano hacer felices a los demás, es otra forma de ir contra nosotros mismos. La felicidad no es algo que pueda hallarse fuera de ti o algo que otros puedan proporcionarte. La felicidad es una decisión personal. No podemos dejar en manos de otros o del azar la enorme carga de nuestra felicidad.
El amor a uno mismo implica escuchar nuestra voz interior, conocernos, saber lo que queremos, valorarnos, perdonarnos y aceptarnos, estar a gusto y en paz con nosotros mismos, cuidarnos, ser como somos, vivir nuestros valores, querer hacer lo que elegimos porque nos hace bien y responsabilizarnos por ello. Sólo desde el amor a uno mismo puedes llegar a ser lo mejor que hay en tí. Mejoraras tu vida y tu mundo, porque la sanación de tu mundo comienza en tí.
Existe una creencia muy arraigada de que el amor a uno mismo es un acto de narcisismo o egoismo radical. La razón de que alguien no quiera a los demás no está en que se quiera a sí mismo sino todo lo contrario, el amor hacia el otro depende de la propia capacidad de amar. Desde el amor a ti mismo serás capaz de dar y recibir conociendo que lo haces por ti y que nada te deben. Sabrás recibir las gracias y dar las gracias a los demás por haberte permitido ayudarles.
La famosa frase bíblica “Ama a tu prójimo como a ti mismo” valdría para poner de manifiesto de que manera el amor a uno mismo se proyecta o influye en el amor a los demás. El hecho de que ames a tu prójimo como a tí mismo implica que la capacidad de quererte es la auténtica medida del amor hacia los otros. Nadie puede dar lo que no tiene, pero tampoco más de lo que tiene.
Cólmate. Dicen que sólo una fuente llena deja pasar gozosamente el agua.