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¿TIENES MIEDO AL COMPROMISO?

Si crees que has encontrado la persona adecuada para ti, ¿Por qué no bajas la guardia y amas?.

Si no confías en alguien, ¿cómo amarlo?. y si confías ¿qué te detiene?.

Queremos amar, pero nos entra pánico.

 ¿Tienes miedo a las relaciones?. ¿Es el miedo al compromiso una constante en tu vida?.  Ser consciente te permitirá  comprender   y  gestionar adecuadamente ese temor.

 El miedo juega un papel fundamental en el éxito o fracaso afectivo.  Puede hacer que la relación que tanto deseabas se vuelva una pesadilla, que vivas de forma incongruente con tus valores,  te amargues la existencia y  hagas daño a otras personas.

 Si no eres consciente de ello,  tal vez  adoptes una actitud victimista, quejándote de que todas tus relaciones afectivas fracasan.

¿Sabes que podemos elegir inconscientemente mantener relaciones afectivas con una persona porque intuimos que fracasaran o que no llegaran muy lejos ?. Cuando  este tipo de individuos conocen a alguien maduro que les ofrece un compromiso o escuchan la palabra “te quiero”, se sienten tentados a huir.  No obstante, puede que esa  persona les guste de sinceramente  y dañen su relación hasta un punto sin retorno.

¿Conoces algún caso de personas que después de haber roto una relación se arrepienten de inmediato, o tal vez con el tiempo?.

Una amiga me contaba que sufrió mucho cuando la abandonó el hombre  que más había querido en su vida. Lo hizo sin razón aparente. Diez años después, la llamó por teléfono.  Había dejado su trabajo en una gran empresa y viajado a otro país para vivir una relación con una mujer casada y con dos hijos. Aunque la mujer acabo divorciándose, las cosas entre ellos no fueron bien.

–Tanto tiempo sufriendo por esa ruptura y cuando la supero, este hombre viene y me dice que yo he sido la persona más importante de su vida y que le gustaría retomar la relación. Como si nada hubiera pasado. No me apetece en absoluto volver atrás- comentaba.

¿Vas a perder al amor de tu vida por culpa del miedo?.

Conoce tu estilo afectivo y vive de acuerdo con él. De lo contrario  sufrirás y provocarás sufrimiento.

La soledad no incide negativamente en nuestra vida cuando es producto de una decisión meditada y consciente,  pero si la utilizamos como un escudo para protegernos de las responsabilidades o de las relaciones con las personas, caerá sobre nosotros como una losa.

El miedo al compromiso suele estar vinculado a situaciones como la falta de cariño e inestabilidad emocional durante la infancia  o a una decepción amorosa importante.

Estas vivencias generan un temor irracional a lo desconocido, a asumir responsabilidades,  fracasar, decepcionar o ser decepcionado, que actúa como saboteador de nuestras relaciones. Los síntomas de esos temores son diversos. Nos ponemos a la defensiva, fijamos un listón rígido y excesivamente alto,  tratamos de frenar  la relación,  provocamos malentendidos,  nos mostramos distantes, tensos y nos impedimos, en definitiva, ser nosotros mismos, disfrutando plenamente de nuestros sentimientos y de la intimidad con el otro.

El miedo paralizante nos priva de madurar y experimentar;  hace que nos sintamos  por fuera del mundo. También puede desembocar en un afán de controlarlo todo. Desgraciadamente las personas no son controlables y esto suele provocar angustia y rechazo por parte de quién lo sufre. Lo natural es dejar que las cosas fluyan, no reprimirlas. La autolimitación y el excesivo cuestionamiento suelen acarrear sentimientos negativos.

La relación madura de compromiso discurre en un ambiente de equilibrio entre  responsabilidad y autonomía personal y, claro está, se basa en el amor y en la existencia de intereses comunes.

 Resultar herido en las relaciones afectivas es una posibilidad, no una certeza. El fracaso  forma parte de todo cuanto emprendemos y nos ayuda a crecer y madurar como personas, a atesorar experiencia y a profundizar en la empatía humana. Está en cada decisión que tomamos y en cada acción que llevamos a cabo, aunque sin el, el éxito tampoco será una realidad.

Identifica tu miedo, reconócelo, compártelo con la persona que quieres y actúa para disiparlo.

Si tu elección es vivir el amor en toda su plenitud, asume que el compromiso cambiara la situación de tu vida, pero te aportará muchos aspectos positivos. Date una oportunidad a ti mism@ para experimentarlo. Te mereces amar y ser amado.

¿Qué tal si haces  una lista?. Una lista de pros y contras te ayudará a saber lo que quieres y porque lo quieres. A valorar que te aporta más.

¿Si no sintieras miedo que harías o que le dirías a la persona que amas hoy mismo?. Cuando a este pregunta se te ocurran respuestas diferentes de nada o no sé, piensa en porque y para qué dejas que el miedo se interponga en tu relación con esa persona. ¿Que te aporta?. ¿Que podría aportarte decir o hacer lo que desearías hacer o decir sin miedo?.

Lo importante es que seas consciente de tu temor al compromiso,  que no dejes que este te lleve hacia dónde no quieres ir, como si fuera el dueño de tu vida. Recuerda que eres tu propio líder. Sólo tú decides.

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LA ALEGRIA Y EL CONSUELO DE COMPARTIR

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Cristopher McCandless, apodado por él mismo Alexander Supertramp,  se retiró de la sociedad para llevar una vida solitaria en plena naturaleza.  Después de afrontar numerosos peligros, sin ayuda de mapas, ni víveres,  terminó sus días en Alaska, a la edad temprana de 24 años.

Murió en el interior de un autobús abandonado cerca del Parque Nacional de Denali. Según las pruebas médicas que le practicaron, por inanición.

El 6 de septiembre de 1992, dos excursionistas y un grupo de los cazadores de alces encontraron esta nota en la puerta del vehículo:

 “S.O.S., necesito su ayuda. Estoy herido, cerca de morir, y demasiado débil para hacer una caminata. Estoy completamente solo, no es ningún chiste. En el nombre de Dios, por favor permanezcan aquí para salvarme. Estoy recolectando bayas cerca de aquí y volveré esta tarde. Gracias, Chris McCandless. Agosto”

El biógrafo de McCandless, cuenta que en los últimos días de su vida, ya muy debilitado, escribió: “La felicidad sólo es real cuando se comparte”.

Viniendo de una persona que buscaba alejarse de la sociedad, estas ocho palabras mueven a la reflexión.

¿Has experimentado alguna vez la sensación de que eso que no compartes no existe en el mundo real?.

 Lo que únicamente tú sabes queda dentro de ti. Se halla tan próximo a tu imaginación que no sería extraño pensar que lo estas imaginando.

 Desde el inicio de su existencia, los hombres se agrupan y comparten. Es esa relación la que permite su supervivencia, amén de generar vida y progreso.

La amistad es un buen ejemplo de compartimiento. Los amigos comparten vivencias, emociones, afectos. Y cuanto más comparten más estrecho es el vínculo.

Compartir provoca que lo que te sucede y lo que está dentro de ti, trascienda. Permite que puedas comunicarte, contagiar a los demás e influir en sus vidas. A la vez permite que puedas ser influido y te enriquezcas. En cualquier caso, posibilita que veas cuanto te acontece desde otro ángulo, que des y recibas afecto, gratitud, respeto y conocimiento, que soluciones problemas. Es un bien para la persona y para la comunidad. Un intercambio productivo y útil  a nivel personal y colectivo.

Es cierto que para compartir hay que exponerse. En la vida, aunque habites en el agujero más recóndito, siempre estas expuesto. El sólo hecho de nacer te expone al riesgo emocional y físico. Y cuanto menos arriesgues menor será el jugo que le saques a tu trayecto vital.

Algunas personas no comparten por miedo a ser juzgadas o a fracasar. Por esa misma razón, otras comparten a medias. Sí, pero no. Viven agazapadas en una espiral de miedo y evitación constante. Critican lo que temen. Critican a los que se exponen y a quienes fracasan.  Su vida discurre de esta manera, observando cómo viven los demás, perdiéndose la sabiduría del fracaso y la alegría de trascenderse como individuos.

Es un hecho que cada uno de nosotros tiene su punto de vista. Que cada punto de vista es una verdad personal. Pero la verdad no consiste en una suma de puntos de vista, ni siquiera es el producto de lo que tú piensas, tampoco algo inmutable. De modo que, digan lo que digan, sé fiel a ti mismo y actúa de acuerdo con tus principios.

 Tu verdad es tan válida y respetable como cualquier otra. Y sólo creyendo en lo que crees y entendiendo y respetando que cada cual ha de creer en lo suyo, lograrás lo mejor para ti y para los demás.

Nada tiene que ver el compartir con imponer tus ideas, o callar lo que piensas.  Al contrario, el acto de compartir te invita a expresarlas y hacer partícipe de ellas a los demás. También a escuchar con respeto lo que otros tienen que decir y participar en sus emociones. Hay en esta actitud un objetivo de ayudarse, disfrutando de lo que cada cual tiene con alguien o partiéndolo y donándoselo con gentileza.

En realidad compartir representa un plus en nuestras vidas. Multiplica nuestra alegría y consuela nuestra tristeza. Al abrirnos a otras personas, tenemos la oportunidad de acceder a nuevas posibilidades, opciones, sendas y recursos.

Necesitamos a los demás. Son parte imprescindible de nuestro viaje por la vida.  Gracias a ellos somos mejores. Y también lo son ellos gracias a nosotros. El mundo es el resultado de la aportación de cada ser humano. Y cada aportación es una joya valiosa. Una pequeña luz en la oscuridad de lo desconocido.

La soledad bien entendida tiene sus ventajas. Permite descansar, meditar y conocerse. No ocurre lo mismo con el aislamiento que conduce a una suerte de rumiación interior alejada de la realidad.  En el aislamiento, quedamos  huérfanos de esa alegría, consuelo y trascendencia que obtenemos al compartir.  Podemos incluso quedar privados de las necesidades más elementales para la vida.

No dudes que si compartes tu pan, te gustará más. Si compartes tu felicidad, esta aumentará.

Cristopher McCandless escribió en su diario, como palabras finales, que había tenido una vida feliz. Dio gracias a Dios por ello y envió sus  bendiciones. El testimonio de su vida es motivo de inspiración para muchas personas y también nos permite aprender acerca de lo que somos, nuestros límites, actitudes y sueños.

Parte del gran legado que nos dejó, es una pequeña frase de tan sólo ocho palabras. Una frase que, escrita desde la más absoluta soledad, nos invita sencilla y llanamente, a compartir.

Os dejo con un video sobre su vida. Disfrutadlo y sacad vuestras propias conclusiones.

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TESTIMONIOS DE SUPERACIÓN (I): LA HISTORIA DE MANUEL

Solíamos jugar al fútbol en el estrecho pasillo de la casa.

Manuel era hábil y rápido. Se revolvía en un palmo de parquet escabulléndose entre mis piernas como un roedor en dirección al umbral de la puerta del baño o de la cocina, donde estaban las porterías.

Yo ostentaba entonces la envergadura que me daba tener cinco años más y sabía que Manuel respetaba aquella ventaja, por no decir que la temía. El miedo a las patadas y a la fuerza del rival era su punto débil, pero la técnica con la que manejaba el balón resultaba admirable.

Un buen día yo me hice adolescente y aquellos partidos fueron espaciándose hasta convertirse en historia. Pasaron unos años y el también llegó a la adolescencia. 

Era un joven  de cabellos ligeramente dorados y ojos azules, deportista hasta la médula. Al observarle,  pensaba que lo tenía todo para triunfar. Sin embargo, pronto me di cuenta de que vivía en un infierno. Padecía ataques de ansiedad y desconocía la causa. Comprendí que  era un chico excesivamente autoexigente y asustado, por más que  su estado de tristeza interior, no le impidiese suscitar alegría en los demás.

Una noche yo estaba leyendo un libro y escuché el timbre del teléfono. Fue así como nos enteramos de que Manuel había sufrido un accidente.

Durante casi dos meses estuvo debatiéndose entre la vida y la muerte. Los médicos nos advirtieron que era el enfermo más grave. Había sido sometido a múltiples operaciones de amputación y reconstrucción y a transfusiones sanguíneas, padecía una septicemia y sus ratos de consciencia se contaban por delirios. Desde la ventanilla de la UVI, observábamos pacientemente su sueño y su lucha cada día.

En la Nochebuena de 1988, la gravedad cedió. Manuel había ganado la batalla a la muerte en una gesta que nadie parecía capaz de explicar. Ante él se abrían las puertas de la vida, aunque fuese con un pronóstico desalentador. Sufría la amputación parcial de un brazo y de una pierna, y el resto de sus extremidades habían sido cuidadosamente reconstruidas, lo que le dejaría secuelas de por vida. Los médicos vaticinaron que, al margen de la rehabilitación, era muy probable que Manuel no volviese a andar.

Durante cinco meses Manuel permaneció en el hospital rehabilitándose. Antes tuvo que encajar que había perdido partes de su cuerpo aunque aún le dolieran o las sintiese y  también a su novia. No era responsable por ello, pero no podía evitar que la culpa lo persiguiese.

Cuando recibió el alta y experimentó el tacto del aire suave de la mañana, se sintió una persona nueva.

Llegó a su casa en una silla de ruedas, se miró al espejo y bromeó:

-Estoy realmente guapo- dijo. Su hermana lo miraba indecisa, sin saber si reír o llorar.

Manuel no volvió a padecer aquellos ataques. Descubrió que podía hacer desaparecer el miedo con sólo enfrentarlo. Tenía el cuerpo roto, pero su mente se había blindado por completo al desaliento.

A sus veintiún años se consideraba afortunado por estar vivo y  tener un objetivo claro. Antes del accidente solía preguntarse para qué vivía.  

Lo primero que se propuso fue hacer una vida normal.

Para ello repitió matricula en la Universidad y asistió al primer examen unos meses después de haber recibido el alta. Echó de menos el brazo derecho que tanto sentía. No había escrito jamás con la mano izquierda, de modo que se armó de paciencia. El examen le llevó dos horas. Tuvo que pedir un tiempo extra ante la imposibilidad de escribir más rápido. No tenía claro que lo que había puesto en el papel fuese legible, pero obtuvo un notable.

Su segundo objetivo fue caminar.

Tardó un año en pulverizar los pronósticos médicos. Se ayudó de muletas al principio y después de su pierna ortopédica para mantener el equilibrio. Cada día asistía a la rehabilitación en el hospital y más tarde prolongaba las sesiones en casa.

No fue fácil, la amputación del brazo derecho y de la pierna izquierda le descompensaba y más de una vez perdió el equilibrio  y se precipitó al suelo como si su cuerpo fuese un bloque  de cemento. El mínimo obstáculo o tropezón representaba un riesgo para su integridad.

Cuando logró caminar, se planteó volver a hacer deporte y encontrar un trabajo.

Comenzó poco a poco. Colocó las sillas de la terraza de forma aleatoria en el jardín  y trató de pasar con el balón controlado por los espacios. Al principio iba muy despacio, pero en pocos meses adquirió velocidad.

Un año y medio después de su accidente logró trabajar con un contrato eventual que terminó prolongándose.

El cuarto objetivo de Manuel fue crear una familia.

Decidió salir con sus amigos y relacionarse, adquirió un coche, lo habilitó para la conducción y volvió a destilar el humor y la alegría que le eran innatos; esta vez en congruencia con lo que realmente sentía en su interior.

Manuel tiene hoy una mujer y tres hijos maravillosos, juega torneos de padel y ayuda a otros jóvenes a superar problemas. Es un avezado cocinero, una persona sociable y por encima de todo, un hombre feliz y libre de complejos. Su vida no está exenta de achaques y limitaciones, pero lo acepta como algo natural.

No he podido resistirme a escribir sobre él, porque su ejemplo me inspira cada día.

Le he pedido que me regale una frase para este testimonio. Sonríe, se rasca la cabeza, me guiña un ojo y comenta:

-La vida es generosa si le pones pasión y compromiso. La cuestión no es tanto que puede hacer la vida por ti, como que estás tú dispuesto a hacer por tu vida-

Intento reducir su frase a un solo pensamiento y escribo en mi libreta: “Manuel es su propio líder”.

 

 

 

 

 

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¿SONREIR O MORIR?

Hace unos días llegó a mis manos el libro “Sonríe o Muere: Como el pensamiento positivo engañó a América y al mundo” de Barbara Ehrenreich.

En líneas generales el libro se refiere al pensamiento positivo como una corriente ideológica que afecta negativamente a nuestras vidas al provocar que nos sintamos culpables de cuanto no nos sale bien, obligarnos a estar alegres y posibilitar el control social. El pensamiento positivo llega a ser cruel, por ejemplo, con los despedidos y menos favorecidos. Según la autora tampoco ha podido demostrarse que esta actitud positiva influya en la cura de enfermedades de la gravedad del cáncer, llegando a agobiar, e incluso a desesperar, a los pacientes. El libro sugiere que la crisis económica actual se debe en parte a una corriente de pensamiento positivo que nos vuelve poco realistas.

Es obvio que vivimos una época dónde los mensajes positivos surgen por doquier en blogs, libros y oratorias. Entra dentro de lo posible que un sector de ese público saturado se sienta agredido o manipulado, pero concluir de aquí lo que apoya la autora, no es más que una cuestión de percepción y, sobre todo, una decisión personal. El libro trata de vender su idea y, como todo lo que se vende en esta vida, podemos comprarlo o no. Personalmente he comprado el libro, pero no lo que dice.

Reflexionando sobre la culpabilidad y crueldad en relación conlos menos favorecidos, que Ehrenreich achaca al positivismo actual, creo que no debería hablarse de culpa sino de responsabilidad. Este pequeño matiz supone un cambio absoluto de perspectiva, pues la culpa es una actitud formada por emociones y pensamientos que desembocan en la autoflagelación y el odio contra uno mismo. Por el contrario, la responsabilidad está conectada con nuestra capacidad de respuesta. Resulta evidente que no siempre podemos elegir las circunstancias que nos rodean o cuanto nos depara la vida, pero si está en nuestra mano decidir cómo respondemos ante ello. Al ser responsable puedo sentirme mal con mi conducta, en lugar de sentirme mal conmigo mismo. El error no me devalúa como individuo, simplemente lo acepto y aprendo de él.

Por tanto, nadie debería sentirse culpable de no tener una actitud mental positiva o de que las cosas no le salgan bien, sino en todo caso responsable de lo que piensa, pues cada cual decide cómo responde, consciente o inconscientemente, a lo que le sucede. Ver las cosas bien o mal, fustigarse o perdonarse, asociarse o disociarse de la propia conducta es una cuestión de elección personal. En este sentido, el pensamiento positivo no nos obliga a nada que nosotros no queramos.

A mi modo de ver la actitud mental positiva no engendra sumisión o control social, ni tiene porqué condicionarnos a la hora de exigir que se respeten nuestros derechos e ideas o de manifestar nuestro descontento. Más bien nos ayuda a ser asertivos. Lo que implica defender nuestra postura sin agredir a los demás ni ser agredido.

Respecto a cómo influye la actitud positiva en nuestra salud, es cierto que estamos en un estadio inicial de investigaciones. Afortunadamente se ha comenzado a cuestionar la idea, un tanto limitada, de que la cura de las enfermedades se basa únicamente en la ingesta de sustancias químicas, una buena cirugía o la detección precoz. Cada vez parece más claro que el cuerpo humano es un todo y que las emociones y pensamientos influyen en el desarrollo y cura de enfermedades. Algunos estudios ponen de manifiesto, por ejemplo, como la actitud positiva fortalece nuestro sistema inmunitario o mitiga los síntomas de una enfermedad. Abundan los testimonios de personas que dicen haberse curado de enfermedades “teóricamente” incurables afrontándolas desde una actitud mental positiva.

Por tanto, aunque no pueda demostrarse con total seguridad que el pensamiento positivo cure el cáncer, tampoco estamos en condiciones de afirmar que no lo cure. Y para un enfermo tener una actitud positiva que le permita enfocarse en lo mejor y luchar por sentirse mejor es un instante más de esperanza, alegría y fuerza para vencer la enfermedad o de entereza para afrontarla.

Tal vez el problema de la crueldad al que alude la autora radique en confundir pensamiento positivo con idealismo. Tener una actitud mental positiva no quiere decir que ignoremos la realidad. Es cierto que ser negativos nos estanca al desincentivar el cambio y la acción, pero no lo es menos que el idealismo puro y duro es otra forma de estancamiento.

Conectar con la realidad implica ser consciente de que los fracasos forman parte de la vida, de que existen situaciones adversas que uno ha de aceptar o superar, acontecimientos que se escapan a nuestro control. Hemos de estar preparados para estas situaciones, ser flexibles y buscar alternativas.

Cualquiera que sea nuestra actitud, el miedo, el dolor, la frustración, la rabia o la tristeza, son emociones que experimentaremos. Todas ellas cumplen una función en nuestra vida. Otra cosa es cómo vamos a gestionarlas. Si lo hacemos con una actitud positiva de ser conscientes, disociarnos y analizarlas o con una actitud negativa de identificarnos con la emoción y volvernos adictos a ella. De modo que llorar no te convierte en negativo, ni reír en positivo, pero si entiendes porque lloras y porque ríes sabrás que tú eres algo más que tu emoción y que puedes disociarte de ella y gestionarla, al igual que puedes gestionar tus pensamientos y tus creencias.

Pensar en positivo tampoco es sinónimo de logro. Creer que las cosas saldrán bien no garantiza que salgan bien. A mi modo de ver la teoría de la atracción, correctamente entendida, no se refiere a que podamos conseguir todo lo que queremos con sólo pensarlo, sino más bien a cómo influye nuestra actitud en el universo que nos rodea y en nosotros mismos. Si tú actitud es la de creer que conseguirás algo, estas dirigiéndonos hacia ese algo y ese algo se dirige hacia ti.

Cuando creemos en nosotros somos más proclives a ver todo lo que antes nos pasaba desapercibido y a contagiar a las personas que nos rodean. Nuestra atención se enfoca en lo deseamos y nos topamos con eso que antes ya existía y no habíamos visto. Al buscar con pasión lo que queremos captamos también la atención de otras personas, obteniendo su colaboración y accediendo a nuevas oportunidades. 

Y lo cierto es que pocas cosas llueven desde el cielo. Para conseguir algo hemos de perseverar en nuestra idea y mover ficha. Es necesario contar con un objetivo claro y un plan, ser flexible y buscar alternativas, pero sobre todo hacer y hacer, poco a poco y de forma constante. Sin acción no hay logro. A menos que consideres un logro el dejarte llevar, pregúntate que has hecho hoy para ganar tu propio partido.

Es cierto que la vida tiene sus reglas. Lo que sucede es que sean cuales sean y pase lo que pase, aún tenemos el poder de controlar nuestra actitud y nuestro enfoque. Podemos decidir si vemos la vida de forma positiva o en qué vamos a centrar nuestra atención y nuestras fuerzas.

Por eso, a mí modo de ver, el dilema no es sonreír o morir. Lo que importa  es vivir o morir con la actitud que deseamos. Vivir o morir no es sólo lo que nos sucede sino también, y en gran parte,  la forma en que lo interpretamos.

 

 

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METÁFORAS PARA EL CAMBIO (III): «EL ENCARGO»

 

En el departamento de arquitectura de Build&Bup Co. la actividad era intensa. Doce teléfonos se concentraban en un área de no más de cuarenta metros cuadrados y en ocasiones daban la impresión de sonar a la vez. La constructora se proponía ampliar el espacio, pero la idea se había postergado a una época de mayor tranquilidad.

Rosi se acercó a Carla para encargarle un trabajo y le explicó que se trataba del diseño y construcción de una casa. Nada fuera de lo habitual.

-Otro marrón por la mañanita- resopló Carla.

-Tenemos orden de empezar ya. ¿Qué tal si te lo cuento?-

Carla arqueó las cejas con cierta ironía:

-No me digas que tengo elección-

Rosi, su manager, le indicó que se trataba de construir y diseñar una casa de una planta en una zona cercana a la oficina. La compañía le daría el uso de vivienda para empleados. Tenía seis meses para concluirla y dejaban a su criterio el diseño, la elección de los materiales, pinturas, alicatado, muebles.. . Confiaban plenamente en su trabajo, de modo que bastaría con un breve informe bimensual de los progresos. Las obras no debían prolongarse más allá de seis meses, y para evitar los rigores del invierno era preciso comenzar de inmediato.

Carla sintió curiosidad:

-¿Por qué a mi criterio?-

-¿Por qué no?- inquirió Rosi

-Ya entiendo. Es un proyecto que nadie quiere. Sin importancia-

Rosi suspiró.

Las cosas no eran exactamente como su manager las había expuesto. Carla tenía fama de quejarse por todo. El director le había pedido a Rosi que pusiese fín a aquella situación. Si no lograban motivarla, tendría que abandonar la compañía. Ella estaba al tanto de los problemas de Carla para encontrar un alquiler a buen precio en un área próxima a la oficina. Cada día llevaba a sus tres hijos de seis, diez y doce años a un colegio situado a 40 kilómetros del centro de trabajo. Estaba divorciada y las relaciones con su exmarido no pasaban por el mejor momento. El residía en Wellington y hacia meses que Carla no recibía pensión alguna.

Al regresar a casa Carla se notó agobiada. Sentía la nueva tarea como una carga. Una más de todas las que debía soportar a diario. Se preguntó que podría hacer para liberarse rápidamente y llegó a la conclusión de que  terminar la obra cuanto antes sería su gran objetivo.

Utilizando la inesperada libertad de que disponía, se centró en lo práctico. Diseñó una casa pequeña (quién quisiera lujos siempre podía hacerse la suya propia) con materiales baratos y de mínima calidad, pero fáciles de conseguir y transportar (total era la empresa quién costeaba y seguramente la felicitasen por los ahorros).

Siguiendo el objetivo que se había marcado, utilizó pinturas y muebles baratos y fáciles de encontrar y trasladar. Procuró que el estilo fuese homogéneo y que los colores encajasen con el mobiliario, pero si cualquier decisión al respecto retrasaba la obra, tomaba partido por la opción más rápida.

Para no supervisar constantemente y al detalle los trabajos, tomó la decisión de visitar la construcción una vez por semana y pasó por alto aquellas imperfecciones o defectos cuyo arreglo implicaba un retraso. Al fin y al cabo qué casa no tenía desperfectos. La perfección no era más que una obsesión suya.

En cuestión de cinco meses Carla había logrado deshacerse de aquel encargo.  Rosi acogió con gran entusiasmo la noticia:

-¡Enhorabuena Carla!. Todo un record. Iré con el director a inaugurarla y me gustaría que estuvieses allí-

Ambos se encontraban a las puertas de la casa, cuando Carla llegó. La saludaron con una cordialidad a la que no estaba acostumbrada. Acababan de echarle un vistazo y se mostraron realmente encantados.

-Quería darle personalmente la enhorabuena- dijo el director estrechando su mano–una hermosa casa y un gran trabajo-.

Aunque se notaba desconcertada, Carla agradeció el gesto con una sonrisa.

Mientras observaba la casa, se le hacía difícil entender que de hermoso veían en ella. Era una construcción normal, más bien poca cosa. Y la idea de vivir entre sus paredes le producía cierta desazón. No se consideraba capaz de habitar aquel espacio con cuartos, colores y muebles en los que no se reconocía. En la construcción habían utilizado materiales de poca calidad y presentaba numerosas imperfecciones que por fortuna no era fácil reconocer a primera vista. Sus gustos y preferencias eran bien diferentes. No obstante, aquella era la primera vez que recibía la enhorabuena por parte del director y eso la hacía sentirse bien.

El director miró a Rosi con una sonrisa y le entregó las llaves.

Carla observó como Rosi se acercaba hacia ella con gesto de entusiasmo:

-Son tuyas- le dijo- y la casa también. Hecha por ti y a tu gusto. Podrás ocuparla gratuitamente mientras trabajes en la compañía. Es nuestro regalo para ti-

Carla no fue capaz de articular palabra. Tenía la oportunidad de vivir cerca de la oficina sin sacrificio económico alguno, pero había levantado su propia casa con valores y criterios que no eran los suyos. ¿Qué se lo había impedido?; ¿qué la hacía desear para otros lo que no deseaba para ella misma?, y aún más, ¿por qué había dudado de la intención positiva de aquellas personas?.

-No sabéis cuanto os lo agradezco- murmuró- llevo años construyendo casas para otros y permitiendo que otros determinen qué y cómo debo construir. Acabo de descubrir que no es así como quiero hacerlo. De ahora en adelante, aplicaré mi propio criterio-

 

 

© Isabel Ripoll. 2011. All rights reserved

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METÁFORAS PARA EL CAMBIO(I): «EL REINO DEL APEGO»

 

Durante quince días había nevado en la ciudad de Cristal.

El sabio Mor estaba convencido de que continuaría nevando, no en vano  una tupida neblina enmarañaba el cielo. Llevaba años haciendo aquellas predicciones y era considerado un experto.

 Fiel a sus creencias, humedeció la punta biselada de su pluma en el tintero y escribió: “Tiempo para mañana: nieve intensa”.

Al cabo de unos minutos el pergamino llegó a manos del Rey. Dada la situación, el soberano leyó con desgana. Cada mañana recibía los partes de Mor con idéntico pronóstico. Veinte días duraba la estación de las nieves continuas. Veinte días sin caza, ni alimentos para los que contaban con una reserva de jabalíes que les aseguraba la supervivencia durante tres meses. Gracias a Dios así había sido siempre. Todo estaba bajo control en Cristal.

Transcurrido el segundo mes, el Rey decidió conversar con el sabio sobre el extraño suceso de la nevada que aún persistía:

-No os preocupéis majestad. La naturaleza no es tan exacta. Esperemos con confianza como lo hemos hecho siempre. Todo está bajo control- respondió Mor.

En el día sesenta y dos de las nevadas, el cuidador de  jabalíes compareció ante el Monarca para manifestar su deseo de abandonar la ciudad.

-Me cuesta entender por qué quieres dejarnos- exclamó el Rey Vikor.

-Majestad ¿y si hubiera otros climas?. ¿Otra forma de hacer las cosas ante las nevadas?-

-Esto es lo único que conocemos Nurban.  Y  todo está bajo control; ¿qué clase de locura puede llevarte a correr esos riesgos?. Durante la historia de Cristal, dos personas nos abandonaron en plena nevada y jamás lograron volver-

Nurban observó el monótono discurrir de los copos de nieve.

-Y si continuara nevando, ¿cuál sería vuestro plan Majestad?-  

El Rey se apresuró a responder:

-Puedes estar seguro de que tal cosa no sucederá; Mor ha estudiado la situación. Se trata de pequeños desajustes. La palabra de Mor siempre se ha cumplido-

Nurban habló resuelto:

-Partiré-

El Rey tradujo su inquietud en una velada orden. Se le notaba contrariado:

-Temo por ti Nurban. Eres un hombre valioso. Tendrás una semana para pensarlo-

Vikor procuró que Nurban tuviese los mejores maestros y ropas, la mayor diversión y los lujos más sofisticados durante aquella semana. Ordenó que se le rodeara de amabilidad y que los ciudadanos le visitasen uno a uno para agradecerle su labor. Sin duda cambiaría de parecer al reflexionar sobre las comodidades y afectos que perdería si abandonaba su reino.

Nurban, meditó largamente qué hacer. Deseaba marcharse y al mismo tiempo le inquietaba la idea. Fuera de la ciudad se extendía un vasto espacio de naturaleza; más allá de aquel espacio bordeado de montañas, sólo dos personas habían osado aventurarse y jamás enviaron noticias.

Un edicto oficial informó que el reino los consideraba muertos. Vikor ordenó un funeral simbólico al que acudieron en masa los habitantes de Cristal.  En aquella ocasión, el Rey pronunció un discurso muy sentido. Se mostró apenado por dos hombres realmente valiosos que lo tenían todo y decidieron arriesgarlo.

-Todo es seguro en Cristal- proclamó con contudencia.

 Como si de un virus se tratase, cada ciudadano repitió las palabras de Vikor. Un eco monumental de voces estalló cual rugido de fiera sobre las calles del reino.

La última noche de su semana de reflexión Nurban soñó con un avestruz  que ocultaba su cabeza en el interior de un  agujero. “Cristal es una gran avestruz” escuchó decir, y despertó sobresaltado. Fue en aquel instante cuando concibió su plan.

Pidió al Rey tres días de retiro en el monasterio de la ciudad al objeto de meditar con detalle su decisión. Seguro de que Nurban estaba reconsiderando la idea de aventurarse, el Monarca accedió a dejarlo sólo.

En la madrugada del primer día, Nurban se embutió en pieles gruesas y abandonó a escondidas la ciudad. Antes liberó a los jabalíes que con tanto esmero había cuidado y les condujo tras sus pasos.

Ignoraba que clase de peligros le acecharían.

 Nevaba copiosamente cuando emprendió su trayecto a pie sobre un par de raquetas. Durante más de ocho horas caminó sin descanso hasta toparse con las montañas que rodeaban el extraradio. Aquellas que limitaban el espacio conocido y seguro de Cristal.  

Sintió la firmeza de su decisión y el miedo agazapado en el cuerpo mientras remontaba las escarpadas laderas hacia lo desconocido. Más de ocho horas invirtió en coronar la cumbre. Para cuando lo hizo el horizonte bajo sus pies tenía forma de valle soleado y verde, surcado por ríos y animales y poblado de exuberantes frutos. Lo contempló extasiado antes de volverle la espalda a la ciudad dónde todo era seguro.

Transcurridos cinco años de aquella visión, Nurban regresó al lugar de partida. Deseaba conocer como había evolucionado la centenaria Cristal en la dura estación de las nevadas continuas sin su reserva de jabalies. Las ruinas que encontraba a su paso comenzaron a angustiarle. ¿Qué clase de catástrofe habría tenido lugar?. Sobre aquel panorama de devastación  avistó con sorpresa  una enorme columna erigida en lo que antaño era el centro del reino. Se acercó para leer lo que había grabado en letras de oro: 

”En homenaje a Nurban el creador. La nueva y prospera Cristal os espera en el valle”.

 
 
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